Es probable que te sientas identificado con lo que te voy a contar, porque parte de mi experiencia de vida. De la famosa “vida moderna” a la que lamentablemente estamos acostumbrados y de la velocidad que nos imprime.
A la vida en la ciudad repleta de tecnología por todos los rincones de la casa que no necesariamente la transforman en un hogar.
A que normalmente no estamos en el “presente” porque añoramos el pasado o intentamos vivir en un futuro inexistente sobre la base de los “logros por venir”.
En mi caso lo vivo y es evidente que me sumergí en ello cuando me quedo mirando una foto de mis hijos pequeños y sonrientes en la plaza de la ciudad de Chos Malal (Neuquén – Argentina) y los veo hoy. Acto seguido me pregunto ¿dónde están los 20 años que separan esos momentos?
La respuesta no me hace feliz, creo que podría haber sacado más partido a esos años.
Y, ojo que no me quejo, porque creo que no he hecho las cosas tan mal como mi duro crítico interno intenta hacerme creer.
Cuando me juzgo o permito que lo que el entorno opine me afecte, los sentimientos de melancolía, frustración o infelicidad se hacen presentes.
Eso no es tan grave hasta que afecta de manera ininterrumpida por un tiempo. Lo que se podría llamar “depresión”.
Quiero que tengas presente que es mi definición personal porque no soy psicólogo para emitir un diagnóstico.
Con el tiempo fui descubriendo que la mayoría de los momentos que considero felices con mi familia tienen un denominador común. La naturaleza.
Salidas de pesca, caminatas, jugar en el jardín. Tirarnos panza arriba en el césped a ver pasar las nubes para encontrar formas…
También me di cuenta de que la naturaleza estaba presente en los momentos en los que la tristeza me invadía porque recurría a ella como refugio.
Esos elementos son parte del camino recorrido que me trajo hasta aquí. Quería y quiero seguir entendiendo sobre los procesos que intervienen en la recuperación para ser más consciente al momento de crear espacios y de utilizarlos mediante la jardinería y la horticultura terapéutica.
Por ello, concentraré en una lista los beneficios, por si necesitas también una validación científica o por si deseas sumar evidencia para promover la instalación de este tipo de espacios verdes en la institución en la que desarrollas tu trabajo.
1. Reducción del Estrés y Mejora del Estado de Ánimo La jardinería ayuda a disminuir los niveles de cortisol, la hormona asociada al estrés, y aumenta la producción de serotonina y dopamina, neurotransmisores que fomentan el bienestar emocional. Estudios han mostrado que pasar tiempo en entornos naturales puede mejorar rápidamente la presión arterial y la frecuencia cardíaca, contribuyendo a un estado de ánimo más positivo.
2. Fomento de la Atención Plena Cuidar plantas permite a las personas centrarse en el presente, lo que es crucial para reducir la ansiedad. La interacción con la naturaleza promueve un estado de atención plena, ayudando a las personas a desconectarse de pensamientos negativos y preocupaciones. Este enfoque en el “aquí y ahora” es especialmente beneficioso para quienes luchan con síntomas depresivos.
3. Estimulación Cognitiva La jardinería puede mejorar las habilidades cognitivas y fomentar el desarrollo de competencias sociales. Actividades como planificar un jardín o trabajar en equipo para cultivar un huerto ayudan a reforzar habilidades como la resolución de problemas y la cooperación, lo que puede ser particularmente útil para personas con problemas de socialización o en procesos de rehabilitación.
4. Sentido de Responsabilidad y Control Cuidar plantas proporciona un sentido de responsabilidad y control sobre el entorno. Esto es fundamental para aquellos que se sienten abrumados por su vida diaria; al tener éxito en el cuidado de una planta, pueden experimentar una satisfacción que contrarresta sentimientos de impotencia asociados con la depresión. Eso sí, no hay que empezar por tratar de cuidar una orquídea que requiere de algunos conocimientos avanzados sin los cuales se es más propenso al fracaso y no se arribará a los efectos deseados.
5. Conexión con el Ciclo de Vida La jardinería y horticultura permiten a las personas reflexionar sobre el ciclo natural de vida y muerte, lo que puede ayudar a aceptar situaciones difíciles como el duelo. Esta conexión con la naturaleza fomenta una comprensión más profunda del proceso vital, ayudando a las personas a lidiar con sus emociones. Basta con imaginar poder ser parte del ciclo de un vegetal desde su estado de semilla a planta adulta, ayudarla a sobrevivir a la presencia de insectos fitófagos y otros elementos.
6. Interacción Social Los jardines terapéuticos también promueven la socialización. Trabajar en un jardín comunitario o participar en actividades grupales puede reducir el aislamiento social, un factor común en la depresión. La interacción con otros mientras se realiza una actividad guiada constructiva puede mejorar significativamente el bienestar emocional.
Para terminar este artículo te voy a invitar a realizar un ejercicio:
1. Has una pausa para evaluarte y ser consciente de cómo te sientes en este momento (física y emocionalmente).
2. Ve a tu jardín, terraza o a un parque. Disfruta del sol, la briza, el canto de los pájaros. Juega con tus hijos, nietos o tu mascota. Realiza alguna actividad de jardinería. Tú eliges qué hacer en la medida de lo que te sea posible por tiempo y recursos.
3. Regresa al mismo lugar en donde estabas antes del contacto con la naturaleza. ¿Cómo te sientes ahora?
Me atrevo a decir que estás mejor salvo que no te desconectaras del trabajo.
¿Solución? Repite la experiencia a diario hasta que lo logres. No hay efectos colaterales nocivos o sobredosis de naturaleza.
Todos sabemos que el tiempo es lineal en la forma que lo vivimos y no tenemos la capacidad de regresar esos 20 años para estar más presente en cada momento ocurrido, pero podemos intentar hacerlo ahora.
Con esto termino hoy porque voy a realizar algunos trabajitos pendientes en mi jardín.
Y no es broma.