¿Alguna vez escuchaste hablar de “los lugares” y “los no lugares”?
¿Y de la topofilia y topofobia?
Si bien son dos conceptos en apariencia desconectados, tienen un contenido transversal que los vincula.
En lo personal esta conexión nos lleva a mirar las residencias para adultos mayores desde otro lugar, a través de los ojos y las historias de sus residentes.
El concepto de no lugar fue definido por el antropólogo francés Marc Augé en su obra “Los no lugares: espacios del anonimato” publicada en 1992. Augé describe los no lugares como espacios que carecen de las características que definen un lugar antropológico, tales como identidad, relaciones sociales y memoria histórica.
Los no lugares son entonces espacios que carecen de identidad, en donde predominan relaciones impersonales como los aeropuertos, los supermercados, las cadenas hoteleras y los centros de compras.
En contraste, un lugar está impregnado de significados y vínculos sociales que lo hacen único y reconocible para las personas que lo habitan. Aquí podemos citar ejemplos como los parques comunitarios, las plazas públicas, un paseo de la ciudad y el hogar en el que residen.
Si bien la definición es muy personal, es decir que para alguien un espacio puede ser un lugar y para otra un no lugar, yo me atrevo a hacerte las siguientes preguntas: Si estás en un centro comercial de Buenos Aires, Madrid, Paris o Londres ¿puedes diferenciarlos fácilmente?, y ¿si se trata de un hotel de una cadena internacional?
Yo no conecto con esos espacios, no tengo una historia o relación con ellos. Me resultan genéricos y por lo tanto son “no lugares”.
En cambio, si me preguntas sobre el parque San Martín de mi ciudad, además de conectar con ese espacio, tengo una historia y me evoca recuerdos. Es para mí un lugar, y lo es para muchas personas que habitan este mismo suelo. Pero para un residente de Santiago de Chile, Madrid o Montevideo, no lo es, y tampoco lo es para una persona que vive a 50 km del parque.
¿Logro explicarme? Espero que sí.
Continuando ahora con una mirada centrada en espacios más amplios y desde otra disciplina de estudios. El geógrafo Yi-Fu Tuan introduce dos conceptos fundamentales para entender cómo los entornos influyen en nuestras experiencias y comportamientos.
Se trata de la topofilia y la topofobia.
La topofilia se define como un sentimiento positivo hacia un lugar, que puede incluir amor, apego y una conexión emocional profunda. Tuan describe este concepto como un “espacio feliz”, donde los individuos sienten seguridad y pertenencia. Este apego puede surgir por diversas razones, como la familiaridad, la historia personal o el orgullo asociado a un espacio.
Por otro lado, la topofobia se refiere al rechazo o desagrado hacia ciertos lugares. Este fenómeno puede ser resultado de experiencias negativas o del ambiente físico que genera incomodidad o ansiedad.
Con estos conceptos sobre la mesa considero que las residencias deben tender a convertirse en “un lugar” que se conecte estrechamente con un “jardín topofílico”.
Sé que los antropólogos y geógrafos pueden estar en desacuerdo por el uso simplista de los conceptos, pero lo hago a efectos de crear una imagen que conecte con el pasado de los residentes.
Con esas imágenes albergadas como fotografías mentales, en los olores, sonidos y texturas que las evocan.
Diseñar un área verde para el disfrute y para poder realizar en ellas actividades terapéuticas implica el trabajo de los distintos profesionales que brindan servicios en esa institución, los familiares e incluso de los residentes junto con el paisajista. Debe ser un espacio que además de la conexión descripta en la topofilia ayude a mejorar la seguridad perceptual del mismo.
Para mitigar la topofobia y mejorar la seguridad perceptual en jardines residenciales, se pueden implementar varias estrategias:
- Diseño Inclusivo:
Accesibilidad Universal: Garantizar el acceso a todas las áreas del jardín para personas con diferentes capacidades físicas, utilizando rampas suaves, pasamanos y pavimentos antideslizantes.
Diversidad Sensorial: Incorporar elementos que estimulen los sentidos, como fuentes de agua, jardines aromáticos y zonas de texturas variadas, enriqueciendo la experiencia de todos los usuarios.
Espacios Flexibles: Diseñar áreas de descanso modulares y adaptables que puedan ser utilizadas para diferentes actividades y grupos de personas.
Señalización Clara: Utilizar una señalización clara y concisa, tanto visual como táctil, para facilitar la orientación y la comprensión del espacio.
- Elementos Naturales: Utilizar vegetación que no solo embellezca el espacio, sino que también ofrezca un sentido de privacidad sin aislar a los residentes. Emplear plantas que evoquen recuerdos y generen reminiscencias. Diseñar jardines terapéuticos que fomenten la interacción con la naturaleza, lo que ha demostrado ser beneficioso para la salud mental.
- Actividades Comunitarias: Organizar eventos y actividades en el jardín para promover la socialización y el uso del espacio, ayudando a reducir el miedo asociado a estar al aire libre.
Si bien es cierto que la intervención de áreas verdes en residencias para adultos mayores, centros de día y hospitales requiere de la atención a las estrategias citadas, hay más elementos a tener en cuenta. Por ejemplo, es fundamental considerar tanto las condiciones de cultivo de las plantas (exposición solar, riego, temperatura) como las características propias de cada especie. Es importante seleccionar plantas que se adapten al clima local, que requieran cuidados sencillos y que, además, ofrezcan beneficios terapéuticos. En este sentido, es recomendable evitar especies tóxicas, con espinas o con aromas muy fuertes que puedan resultar desagradables o incluso perjudiciales para la salud.
Al final, la pregunta queda abierta para quienes trabajan o visitan estos espacios: ¿Las residencias que conocemos son realmente ‘lugares’, o se han convertido en ‘no lugares’, desconectados de quienes los habitan? ¿Sus jardines evocan memorias y sentimientos de apego, despertando topofilia, o son más bien espacios que generan incomodidad y rechazo, provocando topofobia? Te invito a recorrer estos espacios con una mirada más atenta, evaluando cómo se relacionan los residentes con su entorno y preguntándote si estas áreas verdes logran ser más que simples paisajes, transformándose en parte esencial de la vida emocional y sensorial de quienes viven allí.