Jardines y Alzheimer

El cerebro olvida, pero los jardines recuerdan por él

Cuando mi abuela empezó a olvidar los nombres de sus flores favoritas, comprendí que la memoria puede desvanecerse aun rodeados de cariño. Un detalle que aún recuerdo con ternura: en su astucia, nunca nos llamaba por los nombres, sino “nene” o “nena”, a pesar de que ya éramos todos adultos. Esa forma cariñosa de nombrarnos me enseñó que el afecto se mantiene más allá del olvido.

Años después descubrí algo sorprendente: un jardín bien concebido puede devolver momentos de lucidez a quienes viven con Alzheimer.

El desafío es urgente. Cada tres segundos se diagnostica un nuevo caso de demencia en el mundo, y los entornos de cuidado tradicionales no alcanzan a cubrir las necesidades emocionales ni cognitivas que emergen.

La buena noticia es que quince minutos diarios en un jardín diseñado para la terapia reducen la agresividad, bajan la dependencia de fármacos y mejoran los signos vitales. Un cuarto de hora capaz de cambiar todo un día.

¿Dónde está la clave? En la ciencia del espacio. Senderos en circuito cerrado evitan la desorientación; especies no tóxicas reavivan recuerdos a salvo; zonas de sombra cuidan a quienes ya no perciben el calor. Cada elemento cumple un propósito terapéutico: desde el ancho de los senderos hasta la altura de las jardineras, desde la ubicación de los asientos hasta el tipo de cerca que proporciona seguridad sin sensación de encierro.

Incluso los objetos cotidianos (tendederos, regaderas, pequeñas herramientas) activan memorias profundas de “estar en casa” y devuelven sentido de propósito. A veces basta ver una pinza de ropa para iluminar un rostro.

Es ahí donde se confirma que, aunque el cerebro olvide, los jardines sí recuerdan por él. Cada planta, cada textura, cada aroma actúa como un ancla que conecta con memorias que parecían perdidas.

Esta no es solo mi convicción. La arquitecta paisajista mexicana Adriana D. Caamaño, a quien entrevisté en mi podcast, demostró en su tesis doctoral cómo el diseño del paisaje puede convertirse en intervención clínica para el Alzheimer.

Y lo he visto funcionar desde Michigan hasta Santiago de Chile: proyectos distintos en clima y cultura, todos basados en los mismos principios científicos sólidos.

Comparto esto porque sé, por experiencia familiar, que estos espacios no son un lujo sino una necesidad. Si quieres profundizar en neuropaisajismo terapéutico o transformar tu propio entorno de cuidado, te invito a suscribirte a mi boletín. También ofrezco consultorías y diseño de jardines terapéuticos; juntos podemos marcar la diferencia.

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