La pareidolia en el paisajismo es como descubrir formas en las nubes que hacíamos cuando éramos niños, pero aplicado al diseño de espacios que sanan. Te explico cómo puede ser tanto una herramienta poderosa como un desafío en estos jardines especiales.
La pareidolia como herramienta terapéutica
Despertar la imaginación: Cuando diseñamos elementos que sugieren formas conocidas – una roca que parece un animal, un sendero que evoca una serpiente, arbustos podados que recuerdan siluetas familiares, estamos invitando al cerebro a crear conexiones. Es como cuando mirábamos las copas de los árboles para ver cómo danzan sus hojas con la brisa o cambian sus sombras, pero ahora con propósito terapéutico.
Crear vínculos emocionales: Los jardines terapéuticos funcionan mejor cuando generan esa conexión que nos traslada en el tiempo y en el espacio. Un adulto mayor puede vincular la forma sugerente de un cantero con recuerdos de su juventud. Una piedra dispuesta de cierta manera puede disparar memorias de un viaje en familia, igual que el perfume nos lleva a experiencias pasadas.
Estimular la observación: Recordás que te conté sobre mirar, ver y observar? La pareidolia nos ayuda a pasar del simple mirar a la observación cuidadosa. Cuando una persona descubre una forma familiar en el diseño del jardín, está ejercitando esa capacidad de prestar atención que tanto necesitamos desarrollar.
¿Cuándo la pareidolia se convierte en barrera?
Confusión en personas vulnerables: Acá tenemos que ser muy cuidadosos. Para alguien con demencia o deterioro cognitivo, elementos que generen pareidolia de manera no controlada pueden crear ansiedad. Si una sombra sugiere una figura amenazante o un grupo de plantas evoca algo perturbador, el jardín deja de ser terapéutico.
Sobreestimulación sensorial: Los jardines terapéuticos buscan ese equilibrio perfecto entre estimulación y calma. Si llenamos el espacio de elementos que constantemente “sugieren” formas, podemos generar fatiga mental en lugar de relajación. Es como cuando hay demasiados estímulos visuales y el cerebro no puede descansar.
Interpretaciones no deseadas: Dependiendo del estado emocional de la persona, las formas percibidas pueden interpretarse negativamente. Lo que para algunos es una nube con forma de corazón, para otros puede ser algo inquietante según su momento vital.
El arte del equilibrio en el diseño
Para usar la pareidolia como herramienta terapéutica, tenés que conocer muy bien a tu audiencia. Es como cuando diseñábamos actividades según la edad de los chicos: lo que funciona para un niño de 4 años no sirve para uno de 9. Lo mismo pasa con los jardines terapéuticos. Un adulto mayor con Alzheimer inicial va a percibir y procesar las formas de manera muy diferente a alguien en rehabilitación por depresión.
Pensá en esto: cuando diseñás elementos que sugieran formas, tenés que caminar por la línea delgada entre despertar la imaginación sin imponerla. Me acuerdo de un jardín de un complejo de cabañas destinadas al turismo en donde dispuse un grupo de piedras de río que, desde cierto ángulo, evocaban una pequeña cordillera. Algunos visitantes las veían como montañas que les recordaban sus viajes de juventud, otros simplemente las disfrutaban como piedras decorativas que reflejaban la luz del atardecer. La belleza estaba en que cada persona podía encontrar su propia interpretación, o ninguna, sin sentirse forzada a “ver” algo específico.
También necesitás crear esos espacios de respiro, esas pausas visuales donde la mente puede descansar. Imaginátelos como esos rincones íntimos donde podés sentarte y simplemente ser, sin que nada te demande atención. Si todo el jardín está lleno de elementos que constantemente sugieren formas, terminás agotando mentalmente a las personas en lugar de brindarles paz.
Lo que me gusta de un buen diseño es su flexibilidad interpretativa. Una misma disposición de arbustos puede evocar el perfil de una colina para alguien que creció en el campo, mientras que para otro puede sugerir las olas del mar de sus vacaciones familiares. Y lo más hermoso es que la misma persona puede ver cosas diferentes en momentos distintos de su vida o incluso del día, dependiendo de su estado de ánimo, la luz o simplemente de lo que necesite encontrar en ese momento.
La pareidolia en el paisajismo terapéutico es como esa capacidad que tenemos de encontrar formas en las nubes durante un viaje familiar. Puede enriquecer enormemente la experiencia terapéutica si la usamos con sabiduría, pero requiere del ojo experto de alguien que entienda tanto de diseño como de las necesidades específicas de quienes van a habitar ese espacio.
Al final, se trata de crear jardines que inviten a la contemplación, que despierten memorias gratas y que permitan a cada persona encontrar su propia forma de sanación en el contacto con la naturaleza.