¿Alguna vez te has detenido a pensar cómo sería tu vida si cada día estuvieras enfrentando obstáculos invisibles?
Para muchos, esto no es una suposición, sino una realidad constante. Desde subir escaleras hasta encontrar el camino en un nuevo lugar, acciones que para muchos son cotidianas, para otros son verdaderos desafíos.
Sin ir más lejos, el sábado pasado salí a caminar y a unas cuadras de mi casa encontré a una mujer mayor que no hallaba la manera de subir por una rampa debido a su gran pendiente, al ayudarla en su propósito me manifestó su inquietud por la ausencia de una baranda de la cual agarrarse y avanzar.
Aquí es donde entra en juego el concepto de accesibilidad universal, ese enfoque de diseño que no solo beneficia a las personas con discapacidades permanentes, sino que mejora la calidad de vida de todos.
Imagina que vas por la calle con tu hijo en un cochecito de bebé. Te encuentras con unas escaleras empinadas y, de repente, una simple salida se convierte en un reto. Aquí te hablo desde la propia experiencia porque cuando mis hijos eran pequeños viví en un pueblo de montaña con muchos desafíos.
Ahora, piensa en la comodidad de una rampa bien diseñada. Esa rampa no solo es vital para alguien en silla de ruedas, sino que también es una bendición para ti con el cochecito, para una persona mayor con un andador o incluso para alguien temporalmente con muletas. Todos ganamos con la accesibilidad.
Piensa en otra situación: estás en un parque y te distraes por un momento. Perdiste el rumbo y no encuentras la salida. Para una persona neurodivergente, este es un desafío diario. Pero una señalización clara y coherente no solo les ayuda a ellos, también a cualquiera que, como tú, pueda perderse fácilmente o simplemente quiera orientarse rápidamente.
La accesibilidad no discrimina; nos beneficia a todos.
Creo no exagerar al decir que la accesibilidad como inversión social.
Y te voy a contar un “trago amargo” que pasé ya hace bastante tiempo en el que un viejo amigo me manifestó su opinión sobre que consideraba la colocación de baldosas podotáctiles como un gasto y que es un error. Supongo que te imaginas mi reacción y el discurso siguiente a esa acotación.
Para mí esas acciones son una inversión en nuestro bienestar colectivo.
Imagina vivir en una ciudad donde todos, sin importar sus capacidades, pueden participar plenamente en la vida social, cultural y económica. Esto significa:
- Mayor independencia y autonomía para todos.
- Menos accidentes y caídas en espacios públicos.
- Más participación social y económica de personas con diversas capacidades.
- Mejor calidad de vida y mayor satisfacción ciudadana.
Y aquí, un llamado a las autoridades y responsables de la toma de decisiones que sé que son conscientes sobre que la accesibilidad no es un lujo ni algo opcional. Es un derecho fundamental y una necesidad para crear sociedades inclusivas de verdad.
Por lo que los animo a recorrer el camino que ya otros han iniciado y:
- Revisar y actualizar las normativas de accesibilidad en todos los espacios.
- Invertir en la adaptación de infraestructuras existentes y garantizar que los nuevos proyectos sean accesibles desde el principio.
- Incluir a personas con diversas capacidades en los procesos de diseño y toma de decisiones.
- Promover campañas de concienciación sobre la importancia de la accesibilidad universal.
La accesibilidad es el camino hacia una sociedad más justa y equitativa. No se trata solo de cumplir con normativas, sino de crear un entorno donde todos, sin importar sus capacidades, puedan desarrollarse plenamente.
Diseñar pensando en la diversidad crea espacios mejores para todos. La accesibilidad no es solo para algunos; es un beneficio universal que nos acerca a una sociedad verdaderamente inclusiva.
Hagamos de la accesibilidad una prioridad. Porque cuando todos pueden acceder, todos ganamos.
Y, por supuesto, aquí nos tienes si se trata de las áreas verdes.